En ocasiones sangramos sin motivo aparente... sin motivo aparente digo porque es mucho lo que arrastramos, y quizá el detonante tan sólo fuera la gota que colma el saco en que echamos todo lo que creemos ser capaces de soportar.
La ley de Murphy hace acto de presencia, y generalmente el punto último de conflicto (el citado detonante), no es más que una soberbia gilipollez... y así tenemos además la encantadora posibilidad de quedar como el culo, a la vez que nuestro conflicto se oscurece por momentos pareciendo irresoluble, centrándose en detalles concretos y nunca tratando aquello a lo que ni siquiera deseamos poner nombre...sigh!
Veo y no miro,
pienso y no hago...
preguntas sin respuesta,
carreras sin meta,
falacias y mentiras [...]
Empeño mi vida y me sangro en empresas en las que sólo yo quiero creer.
Me hipoteco y me sangro... y espero que de nuevo, llegue el día en que se tenga el valor de poner palabras a lo que ya sé.
Espero sólo eso...
Porque ese será el último día, porque no me caben más en el pecho...
"Ni sacar puedo tu imagen
de mi perdida cabeza,
ni perder la razón quiero,
ni embriagarme de tristeza.
Y me esfuerzo por el día...
mas la vigilia me espera
temerosa de tu asalto,
(con nocturnidad y alevosía)."
3 aprendices comentan:
Abriendo su corazoncito cada vez un poquitín más, pero falta el último empujón para saber dejar de lado las corazas y decir a las claras: "Agua caliente quema bebé"
Y no sólo el agua caliente quema al bebé, sino que es necesario bañarle.
Y con el tiempo, cuando crecemos, nos damos cuenta que ese baño no estaba tan caliente, y que ese dolor no era tanto, o al menos simplemente nos hierve a nosotros más la sangre que el agua, que en los años que pasamos y vivimos, encontramos la fuerza, el saber estar, la ilusión de volver a ser un bebé, o (porque no decirlo) los cojones de plantarnos delante, abrir el grifo y dejar que el agua (o chaparrón) nos recorra.
Y cale los huesos y el alma, pero que no nos resbale (como bien dices aprendiz) porque al punto llegará un momento en el que ese temor a quemarnos, nos impedirá siquiera atrevernos a abrir el grifo.
Y más triste que saciarnos,
será siempre el regusto de sentir que nos quedamos sin vivir,
por el miedo a equivocarnos.
Mucho si son buenas y, sin duda, poco si son malas. Lo complicado es contar cartas en este juego...
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